Es justamente esa alegría que el Padre quiere darnos para superar nuestros problemas. La alegría no es ausencia de dificultades. Cuando estamos unidos a Jesús, es posible ser alegres, aún en medio de los sufrimientos, los dolores y las tribulaciones, pues es una gracia de Dios.
Dame, Señor, el don de la alegría, que canta sin reservas, la belleza del mundo, la grandeza del hombre, la bondad de su Dios.
Dame, Señor, el don de la alegría, que me haga siempre joven, aunque los años pasen; la alegría que llena de luz el corazón.
Dame, Señor, el don de la alegría, que colma de sonrisas, de abrazos y de besos, el encuentro de amigos, la vida y el amor
Dame, Señor, el don de la alegría, que me una contigo, el Dios siempre presente, en quien todo converge y en quien todo se inspira.
Dame, Señor, el don de la alegría, que alienta el corazón y nos muestra un futuro lleno de bendiciones, a pesar del dolor.
Señor, dame el don de la alegría, haz que tu alegría de frutos en mí.
Concédeme esta gracia Señor el don de la alegría siempre.
Lléname con la fuerza de tu resurrección y con el soplo de tu Espíritu Santo.
Anímame, así como hiciste con tus apóstoles, después de tu resurrección.
Sopla tu Espíritu Santo sobre mí y hazme superar toda tristeza
¡Gracias Señor!
Amén
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