Señor mío y Dios mío, hoy me he dado cuenta de que la felicidad no es una meta a la que tengo que llegar, es el camino, ser feliz, libre en la cotidianidad.
Desde hoy quiero ser feliz en cada momento, descubriendo la belleza de cada instante y sumándolos para que mis días sean los mejores.
Ya no me voy a esforzar por alcanzar una gran felicidad, sino que la voy a construir poco a poco con mis decisiones, con mis acciones y relaciones.
Gracias, mi Señor, por permitirme entender estas cosas.
Ahora te pido que me permitas descansar, ha sido un día largo con muchas emociones, pero estoy listo para reponer las fuerzas y poder salir mañana a poner otro ladrillo en la construcción de mi proyecto de vida, y que cada latido de mi corazón sea una alabanza para ti.
Amén
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